JOSE C. PAZ, NO SE SALVA. PINGUE NEGOCITO.
“Señorita, alguien me robó el celular”. La frase se escuchó esta semana en una escuela de González Catán, y se trata de una problemática que viene ganando terreno en el último tiempo, en torno a casos de robos entre compañeros de escuelas primarias, cometidos adentro de las aulas, sin violencia. Al intentar analizar el problema, algunos especialistas sostienen que está vinculado a “tensiones” vinculadas al masivo ingreso al sistema educativo de chicos con familias disfuncionales, mientras que otros explican que es una derivación directa del bombardeo publicitario para consumir o del grado de violencia social del que los niños no están ausentes. En el ranking de objetos codiciados aparecen en la cima los teléfonos, los reproductores de música y videos, y las cámaras fotográficas. Los últimos datos en torno al tema se remontan a los resultados de la encuesta de victimización realizada por la Dirección de Política Criminal en el año 2002, arrojando que el 12% de los alumnos había sufrido un hurto dentro de la escuela. Consultado por DIARIO POPULAR, un jefe policial de la zona sur del Conurbano indicó que “es muy difícil confirmar que subieron los robos dentro de las escuelas, porque en general no hay denuncias efectivas, ya que se trata en rigor de hurtos menores y sin presencia del propietario del objeto, pero es verdad que estamos interviniendo en muchos casos, convocados por las autoridades para hablarles a los chicos y que tomen conciencia”. Néstor Fortunato, especialista en seguridad y asesor en escuelas de La Matanza, indicó que “se trata de las tensiones lógicas que genera la inclusión de muchos pibes a la educación, y que provienen de hogares disfuncionales, por lo que es necesario que la comunidad educativa de cada escuela se organice para generar un diálogo constructivo, porque para muchos nenes el colegio es el único espacio donde reciben normas, reglas y, fundamentalmente, valores”.
Un enorme desafío
Como se dijo, una característica de este tipo de episodios es que son cometidos sin violencia. Es que los hurtos se concretan en ausencia del propietario, en general durante los recreos o aprovechando momentos de distracción. Una directora de escuela comentó que “los robos entre alumnos siempre existieron en la secundaria, pero ahora estamos observando que se repiten los casos en el nivel primario”. “El problema se agravó este año, porque la cantidad de chicos matriculados no para de crecer. En nuestra zona (González Catán) muchos nenes no estaban escolarizados y recién se sumaron en este ciclo 2010. Vienen, en general, de familias con muchos problemas, económicos o culturales, características que los niños trasladan a sus relaciones sociales dentro de la escuela. Es un tema con el que hay que trabajar mucho, un gran desafío”, dijo la autoridad. Rubén, padre de un nene de 11 años que asiste a una escuela de Banfield, explicó que “hace poco hicimos una reunión porque se venían repitiendo los casos de objetos robados, como celulares, útiles o plata de las mochilas, y fue importante el compromiso de todos, porque si bien no descubrimos quién era el autor de los robos, finalmente sirvió de presión, porque no se repitieron”.
Entorno de consumo
El criminalista Roberto Locles relató que “en el barrio de Fuerte Apache, por ejemplo, se dieron casos de nenes que perpetraban robos dentro de la escuela a pedido de amigos mayores, en muchos casos adictos a las drogas, que recibían los objetos por las rejas o ventanas”. También comentó que “es necesaria una presencia mayor del Estado, para hacer un profundo seguimiento de la realidad familiar de cada nene”. En la zona de Pilar, por ejemplo, los robos entre alumnos es un tema de debate ya instalado. Allí, una directora comentó que los elementos más “buscados” son celulares, cámaras y plata. “Si falta plata, a veces vamos descubriendo quiénes pueden ser, por los comentarios de los chicos. Otras veces hacemos que junten entre todos si lo que se robaron es mucho dinero, como la plata de la cuota. En ese caso, se notifica a los padres y el faltante lo cubren entre todos”, dijo. “Los chicos están atosigados por el consumo y ven cosas que no pueden comprar, por eso las roban. Hay muchas razones, pero a veces se ven condicionados por un entorno de consumismo, por eso algunos alumnos hacen alarde de lo que llevan a la escuela, lo que hace que otros se tienten. La intensidad o gravedad del robo aumenta a medida que van creciendo”, agregó la autoridad. Fortunato, finalmente, consideró que “trabajar en estas tensiones dentro de las escuelas implica un compromiso de todo el conjunto de la comunidad, entre los docentes, las autoridades, los padres y los propios chicos”.
Un enorme desafío
Como se dijo, una característica de este tipo de episodios es que son cometidos sin violencia. Es que los hurtos se concretan en ausencia del propietario, en general durante los recreos o aprovechando momentos de distracción. Una directora de escuela comentó que “los robos entre alumnos siempre existieron en la secundaria, pero ahora estamos observando que se repiten los casos en el nivel primario”. “El problema se agravó este año, porque la cantidad de chicos matriculados no para de crecer. En nuestra zona (González Catán) muchos nenes no estaban escolarizados y recién se sumaron en este ciclo 2010. Vienen, en general, de familias con muchos problemas, económicos o culturales, características que los niños trasladan a sus relaciones sociales dentro de la escuela. Es un tema con el que hay que trabajar mucho, un gran desafío”, dijo la autoridad. Rubén, padre de un nene de 11 años que asiste a una escuela de Banfield, explicó que “hace poco hicimos una reunión porque se venían repitiendo los casos de objetos robados, como celulares, útiles o plata de las mochilas, y fue importante el compromiso de todos, porque si bien no descubrimos quién era el autor de los robos, finalmente sirvió de presión, porque no se repitieron”.
Entorno de consumo
El criminalista Roberto Locles relató que “en el barrio de Fuerte Apache, por ejemplo, se dieron casos de nenes que perpetraban robos dentro de la escuela a pedido de amigos mayores, en muchos casos adictos a las drogas, que recibían los objetos por las rejas o ventanas”. También comentó que “es necesaria una presencia mayor del Estado, para hacer un profundo seguimiento de la realidad familiar de cada nene”. En la zona de Pilar, por ejemplo, los robos entre alumnos es un tema de debate ya instalado. Allí, una directora comentó que los elementos más “buscados” son celulares, cámaras y plata. “Si falta plata, a veces vamos descubriendo quiénes pueden ser, por los comentarios de los chicos. Otras veces hacemos que junten entre todos si lo que se robaron es mucho dinero, como la plata de la cuota. En ese caso, se notifica a los padres y el faltante lo cubren entre todos”, dijo. “Los chicos están atosigados por el consumo y ven cosas que no pueden comprar, por eso las roban. Hay muchas razones, pero a veces se ven condicionados por un entorno de consumismo, por eso algunos alumnos hacen alarde de lo que llevan a la escuela, lo que hace que otros se tienten. La intensidad o gravedad del robo aumenta a medida que van creciendo”, agregó la autoridad. Fortunato, finalmente, consideró que “trabajar en estas tensiones dentro de las escuelas implica un compromiso de todo el conjunto de la comunidad, entre los docentes, las autoridades, los padres y los propios chicos”.